Invitados

Probó la sopa de mondongo a los cuatro meses. Siguiendo el trabajo de su padre como zootecnista, su familia se instaló en fincas de Aguachica (Cesar) y Fundación (Magdalena), durante los primeros cuatro años de su infancia. El trópico, los animales y las frutas moldearon la creatividad de Carolina, quien en esos años montó un circo amarrando sábanas a una palmera, creó una casa dentro de una jaula de pájaros y se convirtió en cazadora de libélulas.

El archivo sensorial de Carolina se activó con las notas de melaza de panela, la chicha de maíz, la espuma de la leche recién ordeñada, las cerezas acerolas, el pomelo, el limón mandarina, las ciruelas y los mamones, su fruta favorita.

Como tercera generación de cocineras del Caribe a cargo de una cocina, sus preparaciones rinden homenaje a las especias y a sus raíces árabes —presentes en ambos lados de su familia—, a la sazón de la abuela y las tías, pioneras de los restaurantes Bochica y Rionegro en Planeta Rica, a la cocina de monte de su madre y a los platos reconfortantes de su abuela Mariana.

Estudió cocina en el Instituto Argentino de Gastronomía (IAG) y Ciencia Política en la Universidad de los Andes.

Sin embargo, se considera empírica, pues su curiosidad la ha llevado a expandir constantemente su conocimiento. Carolina se especializó en cocina fusión y cocinas de inmigrantes tras trabajar en Argentina y regresar a Barranquilla, donde creó el proyecto Caribe Wok: una propuesta de platos asiáticos elaborados con ingredientes locales, con la que viajó por Indonesia, Singapur y Filipinas como parte del Plan de Promoción de Colombia en el Exterior de la Cancillería.

Con el guiso como salsa madre, Carolina busca celebrar la cocina criolla del Caribe, sazonando los sabores de su infancia con especias del mundo. Esta búsqueda la llevó a crear el restaurante Celia: cocina caribe criolla con sazones del mundo, que está próximo a inaugurarse en Barranquilla.

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